lunes, 30 de mayo de 2022

PREMIO RELATO CORTO CATEGORÍA ADULTO

 “LO QUE SABE UNA MESA”


Soy una mesa. Una simple mesa. Una simple y llana mesa de una clase

cualquiera. De un instituto. De una ciudad. Una simple mesa de mundo, vamos.

¿Mundo? Una mesa hablando de mundo… seguro que se os ha escapado una

sonrisa, mientras pensáis qué cosas podrá saber una mesa sobre el mundo…, pues

todo. Absolutamente todo. Y sin salir de estas cuatro paredes que rodean mi

existencia. Porque existo. No voy a decir que tengo vida, no, no, tranquilos. A ver si

vais a pensar que soy una mesa con delirios de grandeza. No, no. Solo expongo

hechos objetivos. Existo, y sé del mundo. Así de corto y así de sencillo.

No en vano llevo escuchando miles de horas a los profesores. Porque yo sí

escucho. Muchos humanos no podéis decir eso. Vamos. Lo sabré yo. A esta clase

vienen y van humanos constantemente. Cuando me voy acostumbrando a ellos, un

buen día, se van, y vienen otros. Pues os lo aseguro. Siempre, siempre, hay uno que

no oye. Bueno. Quien dice uno dice cinco, diez, … Que nada. Que ya puede hablar el

profesor, que por ellos, esas palabras no pasan. Eso tendría que estudiarse. Porque

además solo dejan de escuchar entre estas paredes. Por lo que cuentan, fuera de

aquí oyen estupendamente bien.

Pero me estoy desviando del tema. Os decía que yo sé mucho. Muchísimo.

Faraones, derivadas, balances, dinteles, reacciones, perífrasis, microscopios,…

preguntad, preguntad lo que queráis. Yo lo sé. Hasta en otros idiomas me lo sé. Of

course.

Eso no lo podéis decir vosotros. Unos, como ya he dicho, porque no escucháis.

Otros, porque os da por hablar. Ya, ya, solo en susurros, pero, ¿qué creéis, que yo no

os escucho? Vaya si os escucho. Y eso me llena más de sabiduría. No solo se de

pirámides. También de videojuegos. Y de discotecas. Y de ligues. Bufh, de ese tema,

si yo os contara… pero de eso no os examinan.

Sí, porque ya os imagináis. También se mucho de exámenes. No os habrá

gustado que saque el tema. Porque sé que vosotros, escucháis esa palabra, y hasta

os cambia la respiración. Y yo, sin embargo, disfruto. Os podéis imaginar la situación,

para mí lo de los exámenes es como el teléfono “escacharrao”. Yo oigo al profesor. Y

luego escribís sobre mi cada cosa… Pero que barbaridades, oye. Bueno, otros no.

Otros hacéis una transcripción al pie de la letra. Claro, esos papelitos que escondéis,

con esa letra tan pequeñita, que llamáis filetes… ¿o eran chuletas? Bueno, no

importa, eso ayuda bastante, ¿eh? Aunque su uso os acelera el corazón. Que

nervios, si a veces hasta tiemblo yo. Otros no, los que sois más expertos, tenéis una

seguridad que yo como mesa, que voy a decir, lo prefiero.

Tampoco me gusta cuando alguno de vosotros os desbordáis por los ojos.

Vamos, lo que comúnmente llamáis llorar. Puedo afirmar que vuestras lágrimas son

saladas. Claro, sobre mí han caído varias. Muchas. Pero también de alegría, oye.

Porque a veces, vaya risas que hay en clase. Con o sin el profesor. Ese no siempre

se ríe tanto. Debe ser la edad.

Hablando de edad, yo no tengo, claro. Ya os he dicho, no soy un ser vivo. Para

mí no existe el tiempo. Lo mío es una existencia tipo déjà vu. Para que me entendáis

mejor, os decía que las historias se repiten, y no me refiero a la de Napoleón, a la de

Cervantes o la del primo de un tal Rivera. Que también. Me refiero a las vuestras.

Todos vivís las mismas fases, los mismos disgustos, las mismas alegrías, las mismas

incertidumbres, … : que si mis padres me dejan hasta tal hora, y a los demás siempre

más; que si ya es hora de elegir que estudiar en la universidad, que por fin, Fulanito

me ha dirigido la palabra; que hay que ver el profe, que manía me tiene; que si se me

acaba la batería del móvil, que horror; que lo que ocurre es que siempre tengo mala

suerte en los exámenes;… ¿Os suenan estas historias, verdad?

Es curioso. Cada uno de vosotros os sentís los centros del universo. Todo,

todo, hasta lo más nimio, puede ser un mundo para vosotros. Pero a la mañana

siguiente ya no. Debe ser que hacéis borrón y cuenta nueva. Os limpiarán las

cabezas por la noche, digo yo. Porque a mí me limpian. Todos los días. Es un

momento agradable. Luego en la clase se queda un extraño olor a esos productos

que utilizan, que yo creo me sumen en un extraño sopor, suficiente para no aburrirme

hasta que aparecéis otra vez por la mañana con vuestras caras adormiladas.

Y en esas horas que no estáis debe ser que sueño. Ya, ya sé que eso es más

de vosotros que de mí, pero que queréis, son muchos años juntos, algo se pegará,

digo yo. Y sueño con un rey haciendo integrales, busco el sintagma nominal en una

ecuación química, identifico los grupos funcionales en las columnas góticas, se me

aparece Galileo transformando a pasiva los impuestos económicos, represento en los

ejes de coordenadas al cloruro de sodio,…, ya me entendéis, esas cosas.

Y al día siguiente otra vez se me aclaran las ideas, y vivo a través de vosotros,

y cuando os vais, siento vacío y una cierta envidia, porque debe ser más bonito

moverse que estar quieto. Actuar que ser un mero espectador. Sentir. En definitiva,

vivir.

Si yo os pudiera hablar, os lo diría. Aprovechad que tenéis vida. No está mal

ser un tablero con cuatro patas, dentro de una clase en algún lugar del mundo, pero

ser un humano debe ser alucinante. Creedme. Porque ya os lo he dicho. Soy una

mesa muy sabia.


Raquel Bermejo

No hay comentarios :

Publicar un comentario